Queridos hermanos y hermanas todos, Señores Arzobispos, Obispos, Presbíteros, Diáconos, Religiosas y Religiosos, Seminaristas.
Quisiera comenzar presentándome y compartiendo un poco de lo que hasta hoy ha sido mi vida: provengo del Estado de San Luis Potosí, de la Región Huasteca, concretamente he nacido en Tamuín, S.L.P., mis padres fueron Juan Morales López, que si él viviera el día de mañana cumpliera años, y de Felícitas Sánchez del Ángel, quien hoy celebraría su santo, pues hoy celebramos a Santa Felícitas. Nos vimos en la necesidad de emigrar a Ébano, S.L.P., lugar que nos brindó un espacio, en el que fuimos acogidos por familiares muy queridos y que hoy están entre nosotros, experiencia que nos dio la oportunidad de palpar la cercanía de Dios y de su amor misericordioso, donde también el Señor me llamó para ingresar al Seminario Menor de Ciudad Valles, en el año de 1967, donde cursé la secundaria y la preparatoria. Muy gratas experiencias las que el Padre Dios me regaló al contar con la presencia, en la Diócesis de Ciudad Valles, con sacerdotes de San Luis Potosí y de Huejutla, y que al paso de los años me doy cuenta que gracias al contacto con ellos, tuve la dicha de recibir de unos la preocupación por administrar de la mejor manera la vida de la Iglesia, y de otros el empuje y el amor por la misión, sabiendo aceptar lo que el Señor nos tuviera preparado. Gracias queridos Sacerdotes de la Diócesis de Ciudad Valles.
De mucha trascendencia es la experiencia vivida en el Seminario Mayor de la Arquidiócesis de San Luis Potosí, en los años 1972 a 1978, donde Dios nos concedió tener una experiencia formidable, la oportunidad de poder crecer como personas y, al mismo tiempo, aprender a valorar al compañero y a ayudarnos mutuamente en nuestro desarrollo; allí entendí que la persona había sido creada como un ser en relación y que sin ella correría el peligro de reducir la visión de mí mismo como la de los demás y del mundo que nos tocaba vivir, gracias a quienes se arriesgaron a vivir junto con nosotros la experiencia. El Padre Dios les recompense todo su esfuerzo y dedicación.
Al terminar nuestros estudios regresamos a nuestra Diócesis de Ciudad Valles, donde recibimos el llamado del Señor para hacernos partícipes de su Sacerdocio, por manos de Monseñor José Melgoza Osorio, primer Obispo de esta ya querida Diócesis de Nezahualcóyotl. Era Enero del año de 1979, meses después, el 1 de mayo del mismo año, se erigía la Diócesis de Nezahualcóyotl, hemos nacido juntos hace 32 años. Con el favor de Dios pude servir durante 27 años como sacerdote en la Diócesis de Valles, gracias a los Señores Obispos, a los Sacerdotes, a las Religiosas y Religiosos, como también a todos los fieles laicos y laicas que colaboraron para que desarrollara de la mejor manera mi ministerio.
Nunca imagine ni por mi mente paso lo que nuestro Padre Dios nos tenía preparado. El año 2005, en el mes de octubre, se da a conocer el llamado que me hacía para seguirlo ahora en el servicio del episcopado, en la querida Prelatura de Huautla, Estado de Oaxaca. Desde el mismo momento en que tome conciencia de lo extraordinario que es haber nacido he tratado de vivir agradecido con Dios por todo lo que me ha regalado, con cuanta mayor razón ahora que recibía este llamado. No fue fácil emprender el camino mucho menos empezarlo a recorrer, pero gracias a todos los que ya vivían y servían al Señor en esta hermosa tierra, fue que pude ir aprendiendo a mantener un paso, mantenerme de pie, a seguir caminando y a poner toda la confianza en esa presencia que el Señor nos prometió: estar siempre con nosotros, todos los días hasta el fin del mundo. Una experiencia, que hoy puedo decir, muy aleccionadora y la cual le pido al Buen Dios me de la luz para seguir aprovechando todo lo que me dio a través de los Sacerdotes, Religiosas, Religiosos, Diáconos, y fieles cristianos de esta querida y siempre recordada Prelatura de Huautla. Él les siga fortaleciendo en su caminar e iluminando en su vida.
Conocimiento de personas.
Es bueno recordar que necesitamos conocer para poder amar y así llegar a servir con todo el corazón a las personas que en este espacio de la Diócesis habitan, permítaseme por lo tanto citar el número 65 del Documento de Aparecida, que nos dice: “contemplar el rostro de quienes sufren… las mujeres, que el día de mañana se celebra el día mundial, pero que muchas de las veces siguen siendo excluidas por su sexo, raza o situación socioeconómica; los jóvenes que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni entrar en el mercado de trabajo….muchos pobres desempleados, migrantes, …campesinos que han dejado sus tierras para venir a la ciudad en busca de nuevas oportunidades, aquellos hermanos y hermanas que buscan sobrevivir en la economía informal, los niños y niñas que son muchas de las veces desatendidos o incluso abandonados, las familias que viven en la pobreza e incluso pasan hambre.
Deseo acercarme también a quienes padecen alguna dependencia, a las personas con capacidades diferentes, a los enfermos, particularmente, a los portadores o víctimas de enfermedades graves (VIH-SIDA), que muchas veces sufren más por la soledad y la exclusión de la convivencia familiar y social, que por la misma enfermedad. Cómo olvidar a aquellos que han vivido la experiencia del secuestro, al igual que los que han sido víctimas de la violencia y de la inseguridad; también quiero acercarme a quienes llevan a cabo estos actos, recordándoles que somos hermanos e invitándolos a la conversión.
Los ancianos y ancianas que son excluidos por el sistema productivo y, lo más triste, hasta por su propia familia, al considerarlas personas incómodas e inútiles, como también nos duele la situación inhumana en que vive la gran mayoría de los presos, que están reclamando nuestra presencia solidaria y nuestra ayuda fraterna….”
Este acercamiento no será solo para conocerles, y enterarnos de su situación, sino que sobre todo será para realizar lo mismo que hizo Jesús darles su lugar como personas que son y crear espacios en la sociedad para que sean valorados y reconocidos.
De igual manera quiero acercarme a quienes tienen el sagrado deber de servir a su pueblo en algún puesto público, a quienes se han organizado con el fin de buscar el bien de la personas y de la sociedad; así mismo quiero estar próximo a aquellos hermanos y hermanas que profesan una fe distinta a la nuestra pero que tienen también interés por el ser humano para que juntos realicemos el mandato del amor preocupándonos por nuestros hermanos y hermanas que sufren y padecen necesidad, reflexionando juntos para buscar los caminos y los medios por los cuales podamos hacer realidad la globalización de la solidaridad.
En este contexto social, nos damos cuenta que la realidad se ha vuelto más compleja y que requiere de la participación de muchas personas e instituciones, como también de mucha información. Veamos con mucha humildad la realidad pues ella es más grande y compleja de lo que imaginamos. (DA # 36).
Recordemos las palabras de S.S. Paulo VI, en su carta encíclica Ecclesiam Suam: “Hace falta hacerse hermanos de los hombres, en el momento mismo que queremos ser sus pastores, padres y maestros. El clima del diálogo es la amistad. Más todavía, el servicio.”
Conocimiento de la Iglesia Comunidad
Con el deseo de poder irnos integrando cada vez mas como familia de hijos e hijas de Dios, quiero conocer también a nuestros hermanos los laicos y laicas, que sea en forma individual u organizada, sirven ya en la Iglesia y que tienen un papel muy importante en el momento actual; quiero conocer sus inquietudes apostólicas como también sus iniciativas en el ámbito social, cultural, económico y político. Quiero recordarles queridos laicos y laicas, que ustedes son “hombres y mujeres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres y mujeres en el corazón de la Iglesia.” (DP # 786). De nuestra parte nos comprometemos a convocarlos, formarlos y acompañarlos, con el fin de lograr una multiplicación y con ello responder a las exigencias del momento actual.
Conocer a nuestras Consagradas y Consagrados de la vida contemplativa y activa que han sido un importante testimonio en la historia de esta Diócesis, aun antes de que fuera erigida como tal, como también sus responsabilidades y tareas que desempeñan tanto en las comunidades donde ser forman como aquellas en las que prestan sus servicios, pues Ustedes son un don del Padre por medio del Espíritu a la Iglesia. (VC # 1). Les recuerdo que tienen un papel muy importante en el momento actual en el que se manifiestan serias tendencias de secularización.
Así mismo quiero acercarme y conocer a mis hermanos Sacerdotes, con quienes también anhelamos formar una familia, tener en cuenta sus personas, experiencias, sentimientos y aspiraciones, para que juntos vayamos madurando la conciencia de ser miembros de la Diócesis de Nezahualcóyotl. Todos saben que éste es el objetivo vivo y permanente de la caridad pastoral que nos debe acompañar en nuestra vida sacerdotal y que nos lleve a compartir la historia, las experiencias, de esta Iglesia Particular, a la cual servimos, en sus valores y debilidades, en sus dificultades y esperanzas y a trabajar en ella para su crecimiento. Quiero invitarles a renovar este compromiso de comunión fraterna y a que me enseñen a realizarlo en esta Iglesia Particular.
Dentro de la comunión eclesial, estamos llamados a crecer en y con el propio Presbiterio comunión al Obispo y esta unidad no es algo añadido desde fuera a la naturaleza propia de su servicio. Esta unidad nos hace testigos de Jesús, que un día oró al Padre diciendo: “para que todos sean uno.” (Jn. 17,21)
Una condición específica de nuestro Presbiterio debe ser el de una verdadera familia, cuyos vínculos no provienen de la carne y de la sangre, sino de la gracia del Orden.
La fraternidad sacerdotal no excluye a nadie pero puede y debe tener sus preferencias: las preferencias evangélicas reservadas a quienes tienen mayor necesidad de ayuda o de aliento.
Quiero también recordarles a mis hermanos Presbíteros religiosos, lo que se nos dice en la Pastores Dabo Vobis en el número 74: que todos Ustedes los que viven o trabajan en esta Iglesia Particular de Nezahualcóyotl forman parte del único Presbiterio, y que “su presencia supone un enriquecimiento para todos los sacerdotes y a la vez son una invitación para que los Presbíteros crezcan en la comprensión del mismo sacerdocio, y que contribuyen a estimular y acompañar la formación permanente de los sacerdotes.”
Con todo lo anterior quiero manifestarles que he venido a integrarme al caminar de esta amada Diócesis de Nezahualcóyotl, respetando todo aquello que haya servido y siga sirviendo para la construcción de la Iglesia del Concilio Vaticano II, Iglesia Misterio de Comunión, Pueblo de Dios, es decir un Pueblo que “le conozca de verdad y le sirva santamente” (LG # 9); pero también, para que juntos y unidos, con la luz del Espíritu Santo, sigamos discerniendo cuáles son los nuevos caminos que nos lleven a continuar construyendo ese modelo de Iglesia comunión, para responder a los nuevos retos que se nos están presentando o se nos vayan a presentar, y así continuar renovándola hasta que por la cruz llegue a aquella luz que no conoce ocaso.
Conocimiento del conjunto humano:
Quiero conocer la dimensión de los municipios de Nezahualcóyotl, Los Reyes la Paz e Ixtapaluca, que conforman la Diócesis…. La situación de las personas, en cuanto a sus aspiraciones como también en sus necesidades…. Conocer el tamaño del deterioro del tejido social común a todas las grandes ciudades, pero agravado aquí por la marginalidad, porque aun no cuenta con una cultura común propia del lugar… Además hay otras problemáticas que quiero conocer: el tamaño de la inseguridad y la injusticia, el desempleo, la explotación de la mano de obra no calificada, la desvalorización y discriminación de la mujer, de los indígenas, etc... Pero no solo quiero conocerlo para cumplir con mi ministerio, sino también para que juntos descubramos lo que podemos aportar y que ayude a transformar esa realidad. Y solo se logrará, si tenemos una “perspectiva creyente de la realidad”.
Es en este momento en que quiero reflexionar con Ustedes las lecturas que hemos escogido para este día:
El texto de Isaías, forma parte del así llamado segundo Isaías, es el segundo poema o cántico del Siervo del Señor. Estos capítulos probablemente fueron redactados después de la primera repatriación tras el exilio de Babilonia, el profeta no estaría satisfecho por el resultado de la conducta adoptada por los que volvieron a Tierra Santa. Por eso dirige la mirada al “resto”, a un grupo reducido que, a pesar del ambiente hostil, permanece fiel al Señor. Este segundo poema está centrado en la misión del Siervo que no se redujo a Israel, se abre un camino hacia los gentiles, se trata de uno de los retos más valientes del profeta.
“Y ahora ha hablado Yavé, que me formó desde el seno materno para que fuera su servidor, para que le traiga a Jacob y le junte a Israel…” (Is. 49,5), con toda seguridad el profeta-poeta que compuso los poemas que encontramos en Isaías se inspiró en las palabras del gran profeta, Jeremías, que había entendido e interpretado que Dios le había elegido para la tarea profética desde el seno de su madre (Jer, 1,5-7).
La primera tarea del Siervo es la de reconducir al pueblo de Israel a la unidad. Esta unificación es un signo escatológico de la acción salvadora del Dios Salvador. La reunificación en la comunión debe comenzar por Israel, el Pueblo de Dios, disperso por las naciones. Esta unidad y reunificación se convertirán en un signo para todas las naciones, el profeta-poeta expresa la urgencia de esta unificación para que el proyecto de Dios siga adelante. Era necesaria la unificación y la comunión del Pueblo de Dios para hacer creíble la unificación de todas las naciones. Dios quiere ser el salvador de todos los hombres.
Hoy como ayer la comunión de los creyentes sigue siendo una urgencia que haga creíble el Evangelio y la misión de Jesús a favor de todas las gentes: “No ruego solo por éstos, sino también por todos aquellos que creerán en mi por su palabra. Que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la Gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Así alcanzarán la perfección en la unidad, y el mundo conocerá que tú me has enviado y que yo los he amado a ellos como tú me amas a mí.” (Jn 17, 20-23)
Pasando a la Segunda lectura, recordamos que las motivaciones que dieron origen a esta primera Carta a los Corintios fueron: que el Espíritu había derrochado muchos dones en la comunidad, pero pronto se produjo una división interna que amenazaba con la existencia misma de la comunidad y un lamentable estado de la misma, donde había enfrentamientos y divisiones, y es a lo que responde Pablo con esta carta, el texto de hoy solo es el saludo inicial.
Acabamos de escuchar en la lectura anterior que la vocación profética es una decisión que Dios toma libremente, incluso antes de que el profeta llegue a este mundo, así es también con la vocación apostólica a la cual fue llamado San Pablo. La llamada apostólica es un puro don de Dios anterior a todo merecimiento por parte del receptor. Esta es la señal de su autenticidad. Con frecuencia aparece en la Escritura la reacción de los llamados: preocupación y dificultades para aceptarla, pues sabían que no era fácil la realización de la misma: Jeremías recurre a su juventud e incapacidad; Isaías no se siente digno de la llamada; Pablo se reconoce y confiesa ser un perseguidor. Pero el proyecto de Dios desborda todas las limitaciones, previsiones y resistencias humanas. Esta realidad debe alentar a quienes hoy como ayer somos invitados a aceptar la misión y participar en esta urgente tarea. Dios es más fuerte y más grande que nuestras debilidades y limitaciones. Hoy como ayer la misión sigue pareciendo tarea inalcanzable, compleja y sumamente dificultosa para todos los discípulos de Jesús.
El fragmento del Evangelio es la segunda parte del capítulo introductorio del relato joánico versos del 19-51, a esta segunda parte se le llama “testimonios”, pues van apareciendo diversas confesiones de fe acerca de Jesús. El fragmento que proclamamos hoy recoge el primer testimonio del Bautista acerca de Jesús, el evangelista tiene el cuidado de enfatizar la superioridad de Jesús respecto del Bautista, porque con ello responde a lo que la secta de las pretensiones de los “bautistas”, que confesaban y sostenían que Juan era el verdadero Mesías y mayor que Jesús. Por lo que este fragmento hay que leerlo en este marco. ¿Había rivalidad entre Juan y Jesús? El evangelista responde: Juan está al servicio de Jesús y le prepara el camino, hay otros datos clarificadores: el Bautista reconoce que Jesús es anterior a él, pues existía antes que él apareciera en la historia. En el proyecto de Dios no hay rivalidades ni protagonismos que sobre pasen la misión recibida. La principal función de Juan no fue la de bautizar, según el cuarto evangelio sino de de dar testimonio de Jesús, él es la primera persona que se presenta como testigo. Y lo define como luz (1,7), el Señor (1,23), el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (1,29) el Elegido de Dios (1,34), el Mesías prometido (1,32.33), todos ellos títulos salvadores, Jesús es nuestro salvador.
Los cristianos estamos llamados a dar testimonio de que Jesús es el Mesías, el profeta de la salvación, llevando la ayuda allá donde la gente está padeciendo cualquier tipo de esclavitud de carencia o sufrimiento.
La obra del Cordero no está acabada, porque el dolor y el sufrimiento de las personas, como efectos de los pecados de otros, siguen estando ahí y nos rodean por todas partes. Los cristianos transformados y guiados por el Espíritu de Dios, estamos llamados a ser los actores de la salud y de la salvación, como lo fue Jesús, para ello contamos con la fuerza y la ayuda de este Espíritu de Dios.
Vengo a contribuir a…
Simplemente en este caminar juntos que hoy inicio con ustedes, quiero acentuar la pedagogía de Jesús que parte de la dignificación de las personas como algo insustituible para una verdadera evangelización. Y les invito a enmarcar esta convicción de Jesús en las siguientes palabras del Documento de Aparecida: “la Diócesis presidida por el Obispo, es el primer ámbito de la comunión y de la misión. Ella debe impulsar y conducir una acción pastoral orgánica, renovada y vigorosa, de manera que la variedad de carismas, ministerios, servicios y organizaciones, se orienten en un mismo proyecto misionero para comunicar vida en el propio territorio. Este proyecto, que surge de un camino de variada participación, hace posible la pastoral orgánica, capaz de dar respuesta a los nuevos desafíos. Porque un proyecto solo es eficiente si cada comunidad cristiana, cada parroquia, cada comunidad educativa, cada comunidad de vida consagrada, cada asociación o movimiento y cada pequeña comunidad se insertan activamente en la pastoral orgánica de cada Diócesis” (D. A. # 169)
Por tanto hermanos y hermanas les comparto que mi ministerio quiere:
1. Mirar los ojos de las personas para recordarles su dignidad y el amor que Jesús les tiene. Pero quiero invitarles a que todos y todas hagamos sentir a los más pobres y excluidos, que son signo de predilección de Dios y criterio de salvación; por lo que tenemos que hacerles sentir que una comunidad justa y fraterna es posible para todos.
2. Cuidar que nuestra Iglesia, sacramento de salvación, sea adecuadamente comprendida en el contexto social en el que vivimos, y por lo que tenemos que renovarnos continuamente para hacer contacto con el mundo y con ello contribuir a crear una imagen de Iglesia comunión-comunidad, que permita al mundo seguir creyendo. (Anáfora Vb)
3. Apoyar el proyecto diocesano de renovación que han iniciado y les aseguro todo mi entusiasmo y mis energías para continuar con su desarrollo.
4. Impulsar a todas las personas para que reconozcan los dones que Dios nuestro Padre ha derramado en cada una de ellas, y habiéndolos hecho suyos, los pongan al servicio de esta Iglesia comunión que queremos construir, como también todas las iniciativas que vayan surgiendo en el camino y que ayuden en la construcción de la Comunidad.
5. Desarrollar el sentido de que somos un pueblo, “el” Pueblo de Dios, y que no hay perfección cristiana aislada de nuestra función en este Pueblo de Dios.
6. Buscar leyendo y encontrar meditando, como dice San Juan de la Cruz, modos que nos ayuden a amarnos cada día más unos a otros.
Despedida
Agradezco a todos ustedes: Sacerdotes, Consagrados, Consagradas, Seminaristas, Fieles Cristianos, Autoridades y personas de buena voluntad, por la apertura con la que me han recibido, por la esperanza que manifiestan en el ministerio que hoy iniciamos en el nombre del Señor, con su amor misericordioso.
Y le suplico al Señor me de amor, paciencia y confianza; amor a Dios y al Prójimo. Paciencia, para saber esperar, sobre todo, cuando se presente la dificultad, y confianza, en que Dios va a actuar siempre y cuando sea su voluntad lo que estemos haciendo o buscando.
“JESÚS, MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN HAZ MI CORAZÓN SEMEJANTE AL TUYO.”